El orden social y económico medieval dio como resultado un tipo de ciudades y pueblos que hoy tomamos por encantadores. Eran núcleos compactos y amurallados levantados en torno a la iglesia, la plaza del mercado y el castillo, si lo había.
Las calles eran estrechas, lo justo para que pasaran carros y carretas, y los gremios de artesanos conformaban los barrios (o burgos). Todo tenía su lugar y todos tenían su rol en torno al eje amo y sometido. Ni se nos ocurren las calles de barro, sin alcantarillas y los paseos de animales de granja o el de los látigos del señor feudal.
No sabemos qué tienen las ciudades medievales. Un poso de leyendas, aromas, tradiciones, el encanto medieval nos atrapa.
Si el feudalismo fuera el orden del s. XXI y nuestro mundo fuera el del XIII, si todo el avance tecnológico y científico se replegara, si ellos vivieran ahora y nosotros antes, ¿admirarían nuestras ciudades y formas de vida como admiramos nosotros estos pueblos medievales?
Muy cerquita de Talavera podemos disfrutar del Castillo Medieval de Oropesa
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